Paseando una tarde con un selecto y reducido grupo de amigos, recalamos en el taller que Juan Guardia, maestro encuadernador, tenía en la Feria del Libro de 1991. Nos enganchó de manera furibunda a todos ver cómo de la nada se creaban libros, que todos considerábamos objetos de culto, independientemente de su contenido. Le propusimos a Juan ser sus alumnos y unos meses más tarde, ya en 1992, alquilamos un local en Lagunillas y nos pusimos manos a la obra.

 

Hasta el año 2000 trabajamos de manera continua, ganando el dinero suficiente para reponer materiales y poco más. Pero nos divertíamos arreglando libros, haciendo carpetas y encuadernando fascículos, tan en boga en esos tiempos. Y sobre todo, disfrutando de largas conversaciones durante el trabajo y de la propia compañía, siempre amable, siempre tierna, siempre edificante. Fueron buenos tiempos.

 

Hoy el taller sigue funcionando, pero solo conmigo, diplomado en restauraración y reparación libros bajo parámetros de conservación (Universidad Complutense de Madrid y Universidad Autónoma de México). Una actividad realmente reconfortante cuando ves los resultados. Otro motivo de gozo.